El del 95 no es tanto aquella chica por la que lo habríamos dado todo y al final no dimos ni las gracias como el recuerdo de malogrado Marco Pantani, reventando el récord de ascensión a Alpe D’Huez. Y el del 83 es un transistor narrando la lucha de Ángel Arroyo contra el cronómetro, en Puy de Dôme. Esa carrera finalmente la ganaría Laurent Fignon, el último de los apaches. Al abulense, que fue segundo en los Campos Elíseos, también lo recordamos en el blanco y negro de los diarios de entonces, gastando zapatillas blancas y gesto de dinamitero. Aquel corredor que iba casi por libre, igual que una melodía de Lee Hazlewood, llegó poco antes de que Pedro Delgado y Miguel Indurain, con los que compartió miles de kilómetros en el Reynolds, hicieran del ciclismo un titular que abría los informativos de la televisión. Eran otros tiempos.