José María Martín – El Adelantado de Segovia / Los encuentros que disputaban Gimnástica Segoviana y Real Ávila, y hago referencia a los primeros años de su entrada en el fútbol de competición, ya en Preferente como en la Tercera, eran auténticos enfrentamientos. Tanto en El Peñascal como en San Antonio, los aficionados vivían minuto a minuto la pasión que despertaba el juego viril que mostraban sobre el campo los jugadores. Sin embargo, nunca se llegó tan lejos como…

El partido se disputaba en Ávila el último día del mes de junio del año 1947. Las hostilidades, como era de prever, se iniciaron en el minuto primero de partido. Saltaban “chispas” en cada disputa de balón y el árbitro lo tuvo difícil en todo momento. A lo largo de los noventa minutos expulsó a dos jugadores gimnásticos y aquello fue de mal en peor.
Tanto fue así, que cuando se jugaba el minuto 10 de la segunda parte, los jugadores de la Segoviana optaron por abandonar el terreno de juego. Se sentían perjudicados por el árbitro. Y se armó. Vaya si se armó. Durante quince minutos se intentó que los jugadores regresaran a jugar. Los ánimos en la grada estaban calentitos. Para más inri el equipo de Segovia no llevó delegado. Los jugadores estaban muy quemados con el arbitraje. Tras veinte minutos de gestiones a voces se les pudo convencer.
El encuentro acabó con victoria, 2-0 del Ávila y… no se vayan, porque la historia no acaba aquí. Nada más terminar el partido, el alcalde de la ciudad vecina, acompañado por varios policías, pidió a estos que tres jugadores del equipo visitante, Guillermo, Óscar y San José, fueran llevados a Comisaría debido a la actitud que mostraron y por ser los “cabecillas” del amotinamiento en el campo. También un directivo de la Segoviana, que pasaba por allí, fue detenido. Los tres jugadores durmieron, o así, en las dependencias policiales. El directivo fue puesto en “libertad”, pero con la condición de que no abandonara Ávila.
Al día siguiente se tuvieron que realizar diferentes gestiones desde Segovia con el gobernador civil de la ciudad vecina. Finalmente, hubo puesta en libertad a las ocho de la tarde del lunes, al no existir la denuncia, ni elevarse los cargos que había prometido el alcalde. Han pasado más de sesenta años y, aunque conatos hubo, la historia no se volvió a repetir. Mejor.
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