Mayorga firma el primer triunfo del Diocesanos en el último suspiro (0-1)

A. Goal / A veces el fútbol se escribe con la tinta más dulce para unos y más amarga para otros. Cuando el reloj ya marcaba el minuto 95 y el empate parecía firmado, Sergio Mayorga, capitán y alma del Colegios Diocesanos, colocó el balón en la frontal, midió el golpeo y dibujó una parábola perfecta que se coló por encima de la barrera, rozando el larguero y dejando sin respuesta a Ivanildo. El silencio que siguió en la afición del  equipo local, Atlético Bembibre, fue tan sonoro como el estallido de alegría en el banquillo visitante. No hubo tiempo para más.

El choque fue un ejercicio de resistencia, emoción y pequeños detalles. En la primera parte, el conjunto abulense mostró su mejor versión del curso: intenso, solidario, con ambición en cada balón dividido. Los de Iván Lastras asumieron el control desde el primer cuarto de hora, manejando el ritmo y metiendo al Bembibre en su propio campo. Ibra y Aitor Asensio fueron un constante dolor de cabeza para la defensa rojiblanca, obligando a lucirse a Ivanildo, que evitó el gol en un lanzamiento de falta de Mayorga que buscaba la escuadra.

Solo un destello local rompió la tendencia: Valentín, el más incisivo del Bembibre, firmó una jugada individual que pudo cambiar el guion, pero Mario Velayos respondió con reflejos felinos. Fue el preludio de lo que vendría: un Bembibre sin continuidad, superado en el medio campo y sostenido por su portero.

El paso por vestuarios trajo la primera sacudida del partido. Apenas se había reanudado el juego cuando Arnau vio la segunda amarilla por derribar a Asensio en la frontal. El Bembibre se quedaba con uno menos y parecía condenado a sufrir. Pero el fútbol, siempre caprichoso, le ofreció una segunda oportunidad: con diez jugadores, los de Manolo Pérez se rearmaron desde el orgullo y la fe.

Durante veinte minutos, el equipo berciano fue otro: Sergio estrelló un balón en el larguero, Álex Lorenzo rozó el gol tras una asistencia de Valentín y el público, que ya masticaba la frustración, empezó a creer. El Diocesanos, en cambio, perdió la claridad, abusó del juego directo y pareció conformarse con un punto que sabía a poco.

Diez contra diez

Pero en el fútbol todo cambia en un suspiro. En el tramo final, cuando Álex Sola fue expulsado por frenar a Valentín siendo el último defensor, el partido se abrió de par en par. El empate parecía inamovible hasta que un error en la frontal dio pie a la última falta. El resto fue obra de arte y castigo.

Mayorga, que ya había estrellado dos balones en el travesaño, no falló a la tercera. La barrera no saltó, el balón superó la línea y el colegiado pitó el final sin que nadie tuviera tiempo de reaccionar.

El Colegios Diocesanos celebró como si hubiera ganado una final. Lo cierto es que, en lo anímico, lo era. Tras cinco jornadas sin conocer la victoria, el equipo abulense rompe su mala racha y sale de la zona de descenso, encontrando en esta victoria el punto de inflexión que necesitaba para creer en sí mismo.