Con la que está cayendo, cada vez es menor el número de cazadores que obtienen licencia en Castilla y León. La dificultad que supone mantener un perro, conseguir o conservar un permiso de armas y disponer de un acotado para cazar hace que, a diferencia de la pesca, cada vez se incorporen menos jóvenes a la actividad cinegética. Las jornadas de caza se han ido reduciendo en la medida que también se han reducido las poblaciones de perdiz y de liebre. Temporada más corta, menos días hábiles y menos piezas se unen a más dinero. Los cotos cuestan de 100 a 1.000 euros por año según su origen y riqueza cinegética.

A la licencia, que para el próximo año subirá del orden de un 90% hasta los 50 euros, se unen el seguro obligatorio, permiso de armas, éste último de obligada renovación incluido examen psicotécnico, armas, cartuchería y complementos. Bastante dinero para un promedio de diez o doce salidas al campo en las que, con bastante frecuencia, no se dispara un solo tiro. Después de las primeras jornadas y en lo que a caza menor se refiere tan solo la liebre y el conejo de monte ofrecen alguna posibilidad esta temporada.
El deseo de salir al monte es inquebrantable para muchos veteranos que llevan esta afición en la sangre. A los jóvenes les engancha bastante menos y, además, tienen menos medios económicos. Solo así se entiende que en doce años se hayan perdido 26.000 licencias en Castilla y León. En el año 2000 se expedían unas 150.000 de las que mas de 35.000 pertenecían a leoneses. En 2005 habían bajado a 140.000 y en 2010 a 124.227. Con las nuevas tasas es probable que apenas lleguen a 100.000. 
Fuente: Diario de León
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