@deportesavila / El madrileño Club Ciclista Galapagar ha cerrado los actos de su 50 aniversario mediante una charla coloquio titulada “Escuela de campeones, escuela de vida”, en la que han tomado parte varios ex ciclistas profesionales, entre ellos los abulenses Carlos Sastre y Ángel Arroyo, primero y segundo en la general del Tour en los años 2008 y 1983, respectivamente, quienes estuvieron acompañados por Eduardo Chozas, Enrique Martínez Heredia y Anastasio Greciano, entre otros.

Sastre reconoció que “reunir este elenco de ciclistas no es sencillo, pero, y hablo en nombre todos ellos, la ocasión merece mucho la pena. Hay que estar cerca de esta gente, que dedica su tiempo, su experiencia, su conocimiento y, en muchos casos, su dinero para que en un montón de chavales tengan la ocasión de ser algo en la vida”.

Respecto al cada vez menor número de carreras y equipos ciclistas, Carlos Sastre opinaba que “el elenco de actividades deportivas que tienen ahora los chavales es mucho más amplio que el que teníamos hace unos años”. También es debido a las épocas. “Hemos visto una generación maravillosa, con Alberto Contador, con Valverde, con Purito o conmigo y otros corredores, que no hemos conseguido atraer la atención de todos esos chavales, por lo que tenemos que entender que los gustos han cambiado y hay que adaptarse”.

No ocurre igual en otros países donde el ciclismo “no tenía tanta importancia y que ahora están eclosionando de una manera especial. Esto va y viene, y creo que iremos cambiando y que a lo mejor no tenemos tantos corredores, pero los pocos que haya serán buenos, porque hay una buena base y hay una experiencia muy buena”, comentaba el barraqueño, añadiendo que “hay que darle tiempo al tiempo para tener una nueva generación de corredores que nos hagan disfrutar y vibrar de nuevo”.

De la importante labor realizada por su padre Víctor Sastre en la escuela de El Barraco, Sastre señalaba que “su objetivo era que los chavales tuvieran una motivación por hacer deporte y no caer en el mundo de las drogas. Aquello ayudó a que nos ilusionásemos con la bicicleta y creyésemos en ella”. Acerca del cese de actividad en la Fundación Víctor Sastre, indicaba que paró por la pandemia. “Ahora mismo no tenemos estructura. Yo llego hasta donde llego, y al final para estas cosas se necesita gente para tirar del carro. Uno solo no puede tirar el córner y rematar de cabeza”.

En relación con su hijo Yeray Sastre, que ha heredado ser ciclista, en la nueva temporada estrena categoría, pasando de júnior a aficionado, estimaba que el “ser ‘hijo de’, ‘sobrino de’ o ‘nieto de’ nunca es sencillo porque todo el mundo va a tender a compararle, y sobre todo a machacarle de alguna manera, con cosas como: ¡ah, tu tío hacía aquí no sé qué, tu padre no sé cuantos…! Las comparaciones siempre son complicadas, pero lo que hace lo hace porque le gusta y él ha cogido su camino y ha puesto la velocidad a la que él considera que tiene que ir. Le acompañaremos en este trayecto”.

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